A los 15 años el Príncipe de Asturias y heredero de la Corona de Castilla, el futuro Enrique IV, se casaba con la infanta Blanca de Navarra. Tras varios años de matrimonio sin descendencia, comenzó a correr el rumor de que el príncipe era impotente y, lógicamente, el sobrenombre con el que pasó a la historia sería Enrique el Impotente. Según los estudios posteriores del profesor Gregorio Marañón, en su ensayo Enrique IV de Castilla y su tiempo, padecía «displasia eunucoide con reacción acromegálica«. El hecho de no haber consumado el matrimonio le sirvió para conseguir la nulidad y casarse en segundas nupcias con Juana de Portugal en 1455.

Enrique IV

Un año antes había fallecido su padre, Juan II de Castilla, y fue coronado como Enrique IV. Ahora la situación era todavía más preocupante, ya era rey y necesitaba un heredero. En 1462 se obró el milagro… nacía Juana. Debido al mal que padecía el rey, los rumores sobre la paternidad de la pequeña Juana comenzaron a circular. El Sálvame de la época le adjudicó la paternidad a Beltrán de la Cueva y, por este motivo, el sobrenombre de Juana sería el de la Beltraneja. El apuesto caballero, casado con la hija de marqués de Santillana, era el favorito del rey y supuesto amante de la reina.

Beltrán de la Cueva

Unos años después, circulaba un copla que hacía referencia a la promiscuidad de Beltrán de la Cueva:

Es pública voz y fama
que jodes personas tres,
a tu amo y a tu ama
y a la hija del marqués;
jodes al Rey y la Reina
y todo el mundo se espanta
cómo no jodes la infanta.

Si el pueblo lo canta, será verdad.